El Carro de Elías, la nave de Ezequiel

 

El Carro de fuego de Elías

Historia 82 – 2 Reyes 1:1-2:15

Después de la muerte de Acab, su hijo Ocozías reinó por sólo dos años como rey de Israel. Ocozías se había herido gravemente al caerse por una ventana de su palacio y murió. Ocozías murió sin hijos, así que su hermano Jorán lo sucedió en el trono.

El trabajo del profeta Elías no había terminado, y el Señor estaba a punto de llevárselo al cielo. Elías y Eliseo salieron de Guilgal. Este no es el lugar junto del río Jordán donde el ejército de Israel acampó con Josué, sino que otro lugar con el mismo nombre en las montañas, no muy lejos de Betel. Y Elías le dijo a Eliseo: “Quédate aquí, pues el Señor me ha enviado a Betel”. Pero Eliseo sabía que Elías lo dejaría muy pronto y le dijo: “Tan cierto como el Señor vive, te juro que no te dejaré solo”.

Así que fueron juntos a Betel. Allí los miembros de la comunidad de profetas de Betel adoraban al Señor, se les llamaba, los hijos de los profetas, porque seguían las enseñanzas de los profetas, e incluso algunos de ellos eran profetas. Salieron a recibirlos, y le preguntaron a Eliseo: “¿Sabes que hoy el Señor va a quitarte a tu maestro, y a dejarte sin guía?” Eliseo les contestó: “Lo sé muy bien; ¡cállense!”

Y en Betel, Elías volvió a decirle a Eliseo: “Quédate aquí, Eliseo, pues el Señor me ha enviado a Jericó”. Pero Eliseo le contestó: “Tan cierto como que el Señor vive, te juro que no te dejaré solo”. Así que fueron juntos a Jericó. También allí los miembros de la comunidad de profetas de la ciudad se acercaron a Eliseo y le preguntaron: “¿Sabes que hoy el Señor va a quitarte a tu maestro, y a dejarte sin guía?” Y les contestó: “Lo sé muy bien; ¡cállense!”. Una vez más Elías le dijo: “Quédate aquí en Jericó, pues el Señor me ha enviado al Jordán”. Pero Eliseo una vez más insistió: “Tan cierto como que el Señor vive, te juro que no te dejaré solo”.

Así que los dos siguieron caminando y se detuvieron junto al río Jordán a una distancia como de ocho kilómetros. Cincuenta miembros de la comunidad de profetas fueron también hasta ese lugar, pero se mantuvieron a cierta distancia, frente a ellos.

Cuando llegaron a la orilla del río Jordán, Elías tomó su manto y, enrollándolo, golpeó el agua. El río se partió en dos, de  modo que ambos lo cruzaron en seco. Al cruzar, Elías le preguntó a Eliseo: “¿Qué quieres que haga por ti antes de que me separen de tu lado?” Eliseo respondió: “Te pido que sea yo el heredero de tu espíritu por partida doble”. Elías le respondió: “Has pedido algo difícil, pero si logras verme cuando me separen de tu lado, te será concedido; de los contrario, no”. Iban caminando y conversando  cuando, de pronto, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en medio de un torbellino. Eliseo viendo lo que pasaba, se puso a gritar: “¡Padre mío, padre mío, carro y fuerza conductora de Israel!”

Eliseo quiso decir que al perder a Elías, el reino había perdido más que ejércitos, carros y jinetes. Después de esto, no volvió a verlo, pero recogió el manto que se le había caído a Elías y, regresando a la orilla del Jordán, golpeó el agua con el manto y exclamó: “¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?” En cuanto golpeó el agua, el río se partió en dos, y Eliseo cruzó el Jordán. Los hijos de los profetas no habían visto a Elías ascender, sin embargo, vieron a Eliseo cruzando el río solo. Eso quizá los hizo pensar que Dios se había llevado a Elías, y dijeron: “¡El espíritu de Elías, se ha posado sobre Eliseo!” Entonces fueron a su encuentro y se postraron ante él, rostro en tierra como su jefe. Así que, se llevaron a Elías, pero Eliseo tomó su lugar como el profeta del Señor.



La Nave de Ezequiel

1 Aconteció en el año treinta, en el mes cuarto, a los cinco días del mes, que estando yo en medio de los cautivos junto al río Quebar, los cielos se abrieron, y vi visiones de Dios.
4 Y miré, y he aquí venia del norte un viento tempestuoso, y una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un resplandor, y en medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente,
5 y en medio de ella la figura de cuatro seres vivientes. Y esta era su apariencia: había en ellos semejanza de hombre.
6 Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.
7 Y los pies de ellos eran derechos, y la planta de sus pies como planta de pie de becerro; y centelleaban a manera de bronce muy bruñido.
8 Debajo de sus alas, a sus cuatro lados, tenían manos de hombre; y sus caras y sus alas por los cuatro lados.
9 Con las alas se juntaban el uno al otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba derecho hacia adelante.
10 Y el aspecto de sus caras era cara de hombre, y cara de león al lado derecho de los cuatro, y cara de buey a la izquierda en los cuatro; asimismo había en los cuatro cara de águila.
11 Así eran sus caras. Y tenían sus alas extendidas por encima, cada uno dos, las cuales se juntaban; y las otras dos cubrían sus cuerpos.
EZ-2
Quién no viera jamás un sistema individual de propulsión aérea similar al helicóptero, forzosamente hablaría de “alas” y movimientos rápidos
12 Y cada uno caminaba derecho hacia adelante; hada donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; y cuando andaban, no se volvían.
13 Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos’ que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos.
14 Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos.
15 Mientras yo miraba los seres vivientes, he aquí una rueda sobre la tierra junto a los seres vivientes, a los cuatro lados.
16 El aspecto de las ruedas y su obra era semejante al color del crisólito. Y las cuatro tenían una misma semejanza; su apariencia y su obra eran como rueda en medio de rueda.
17 Cuando andaban, se movían hacia sus cuatro costados; no se volvían cuando andaban.
18 Y sus aros eran altos y espantosos, y llenos de ojos alrededor y en las cuatro.
19 Y cuando los seres vivientes andaban, las ruedas andaban junto a ellos; y cuando los seres vivientes se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban.
20 Hacia donde el espíritu les movía que anduviesen, andaban; hacia donde les movía el espíritu que anduviesen, las ruedas EZ-3también se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
21 Cuando ellos andaban, andaban ellas, y cuando ellos se paraban, se paraban ellas; asimismo cuando se levantaban de la tierra, las ruedas se levantaban tras ellos; porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
22 Y sobre las cabezas de los seres vivientes aparecía una expansión a manera de cristal maravilloso, extendido encima sobre sus cabezas.
23 Y debajo de la expansión las alas de ellos estaban derechas, extendiéndose la una hacia la otra; y cada uno tenía dos alas que cubrían su cuerpo.


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